lunes, 24 de diciembre de 2007

continuacion de ....como degustar.


La Vista

Cuando los impulsos visuales llegan a la retina del ojo, pasan hacia atrás a través de los nervios ópticos. Luego en el quiasma óptico, todas las fibras de las dos mitades se entrecruzan, pasando al lado opuesto ( las de la derecha a la izquierda y las fibras que provienen de la izquierda pasan a la derecha). Así se forman cintas ópticas que llegarán en último término a la corteza visual, situada en la región occipital. Existe en los vinos una estrecha relación entre: el aspecto del color su constitución substancial su grado de evolución El color es el precursor de la degustación y anuncia implícitamente, en gran parte, las sensaciones que el olor y el gusto descubrirán luego. El color en los vinos se aprecia bajo tres aspectos: La limpidez La intensidad El matiz o tonalidad Color de los Vinos Si partimos de la apreciación visual, podemos precisar dos aspectos principales: el tipo de color y la intensidad del mismo, según A. Razungler: El tipo de color puede ser definido citando los colores principales del espectro o los colores secundarios que intervienen en la tonalidad, como ocurre con un vino Syrah jóven – rojo – (principal) y su efecto secundario (azulado). Los colores usuales en un vino tinto varían del rojo violeta de un vino nuevo, pasando al rubí o púrpura luego de su evolución, para pasar a los matices naranja cuando comienza a envejecer. En los vinos rosados se pueden apreciar los tintes cereza, rosa, rosa viejo e incluso con tonalidades pardas cuando viejos. En los vinos blancos predominan los colores amarillo – verdosos, en una gama muy agradable. Cuando aparece el amarillo oro en un vino blanco nuevo suele ser signo de oxidación, lo cual es en este caso, prueba de deterioro, pero en un vino blanco licoroso, en el cual el amarillo oro es propio de los mismos. La intensidad para Razungles será igualmente tomada en cuenta no solamente en el color principal, sino también considerando los tintes secundarios, así, según el autor podemos observar en un vino tinto: rojo intenso, azulado débil (secundario), rojo rubí con matices granates, etc. Limpidez o Transparencia: Es de primordial importancia en los diversos estados de desarrollo de todos los vinos, desde la fermentación hasta el embotellado. Es verdad que para la mayoría del comercio y la sociedad el aspecto visual es lo que prima. Si se observan dos botellas del mismo vino, una turbia y otra límpida, aunque no se prueben, evidentemente se escogerá la clara. Generalmente, un hermoso color límpido es indicativo de un vino selecto, en tanto que un vino ordinario y mezclado suele ofrecer un aspecto mortecino y carente de brillo. Por otra parte, la falta de limpidez de un vino, su opalescencia o turbidez, como igualmente la formación de depósitos, es signo inconfundible de problemas de instabilidad físico – químico o biológica, como consecuencia de las conocidas “casse” o ataques microbianos. Los grados de transparencia oscilan entre el brillante, refulgente y transparente hasta el opaco mortecino y carente totalmente de brillo. Turbidez: Hay que diferenciar un vino turbio, que generalmente si se observa en el microscopio posee partículas pequeñísimas que muchas veces otorgan a las papilas de la lengua una sensación “rasposa”, que se aprecia en la retro-olfación; de los vinos que poseen depósito o sedimento. Aunque deben evitarse, porque no sólo causan mala impresión en la degustación, sino que habitualmente están acompañados por un polvillo del mismo corcho, cuya presencia visual o en la boca desfavorecen completamente el mejor vino. Para observarla, sostenga la copa a contraluz o delante de una vela. La presencia de turbidez o partículas en suspensión en un vino embotellado es un mal signo. Pero antes de condenar ese producto, consulte sobre el transporte o dónde se ha mantenido guardado. Restos de corcho: Los residuos flotantes de corcho son inofensivos, como la mayoría de las formas de sedimentos que se depositan fácilmente en el fondo de la botella. Cristales: Suelen encontrarse en algunas botellas, cristales de ácido tartárico.Generalmente precipitan, en los vinos blancos, cuando se ha producido un descenso brusco de la temperatura. Son inofensivos y no alteran ni el olor, ni el sabor del vino. Lágrimas: Las lágrimas del vino son debidas a la diferencia de tensión superficial entre el alcohol y el agua, constituyentes normales del vino, fenómeno explicado por el “efecto Marangoni”. Mientras más alcohólico es un vino, más abundantes y gruesas son las lágrimas que se forman sobre la pared interior de la copa de vidrio, después de haber hecho rotar cuidadosamente el vino con un suave movimiento de agitación de la mano que sostiene el recipiente.

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